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Marruecos: La puerta de Africa

Marruecos embrujador se distingue por la calidez de sus gentes, el colorido de sus paisajes, el aroma y especias de antiguas y exóticas ciudades con los bullicios en sus zocos que contrastan con la soledad del inmenso desierto.

Situado en el extremo noroccidental de África, limita al oeste con el Atlántico, al norte con el Mediterráneo y al este y sur, con el Sahara Occidental y Argelia.

En el norte y separando la costa del interior, encontramos el macizo del Rif zona abrupta y montañosa que da paso a llanuras, ciudades fortificadas y grandes oasis. Hacía el sur el Atlas divide todo el país, es la frontera natural que desemboca al sur en el Sahara, De aquí hacia el sur empieza el llamado “silencio del mundo”.

A pesar de esta aparente quietud, el movimiento nunca cesa: nómadas con sus rebaños, niños buscando fósiles, los oasis flotando en medio del calor. Ante la falta de recursos, la imaginación del hombre ha ideado mil modos de sobrevivir. Los Beréberes desde hace milenios han tenido una habilidad especial para sobrevivir en las zonas áridas de los valles presaharianos.

Basta mirar un mapa para darse cuenta de la importancia de dominar la entrada al continente africano y los puertos del Mediterráneo y Atlántico. Por todo esto, el país sufrió la invasión de fenicios, romanos, árabes, franceses y españoles.

El islam es la religión oficial, y el árabe el idioma, aunque el francés es muy común, según las zonas, los dialectos beréberes abundan y también podemos encontrar gente que habla español sin problema. No nos costará entendernos con ellos, se hacen entender sin problema.

Se dice que es “el país caluroso más frío”, por su diversidad geográfica, pasamos de un clima mediterráneo, a las nieves del Rif y del alto Atlas, para acabar al calor del desierto durante el día y el frio de la noche del mismo.

En cuanto a la gastronomía, en Marruecos se ha de degustar, sin duda, los platos típicos como el cuscús, el mechui (cordero asado), la harira y el tajine. Donde abundan las verduras, legumbres y las tan preciadas especias. Ojo con el pan, es un alimento sagrado, no hay que abusar, ni desperdiciarlo. Y el Té a la menta o también llamado “Whisky bereber”, es la bebida de la hospitalidad.

Marruecos es punto de encuentro de infinidad de aficionados a la escalada, cazadores y pescadores en la zona del Rif, en todo el litoral se practican deportes de vela y submarinismo. Essaouira es el spot de windsurf, punto de encuentro de todos los aficionados a este deporte. En el Atlas, se pueden recorrer infinidad de rutas a pie, en bici, moto o en todoterreno. El rafting y el esquí también se pueden practicar en la región del Alto Atlas.

Hablando de deportes, el deporte nacional es el “Regateo” que podréis comprobar a diario en todos los zocos de las ciudades y pueblos, donde os ofrecerán todo tipo de objetos de artesanía local.

Cruzando la frontera geográfica del Atlas viniendo de Marrakech, nos encontramos la ciudad de Ouarzazate, el punto de partida de cualquier expedición por las montañas. Su situación a los pies del Atlas y la belleza de los parajes que la rodean han hecho del lugar un precioso tesoro. Se la llama “el Hollywood del desierto”, porque en ella se han rodado películas como “Cleopatra”, “la joya del Nilo”, “Gladiador”, “Otelo”, “La momia” y un sinfín de rodajes más. De Ouarzazate parten pistas que visitan Kasbahs y oasis beréberes, que no podemos perdernos a lomos de un dromedario, en bicicleta, moto o en todoterreno.

Si seguimos rumbo al sur, llegamos a Zagora, la puerta del desierto. A las puertas de la ciudad un curioso cartel nos indica “Tombuctú: 52 días”, desde tiempos inmemoriales las caravanas de camellos partían desde este punto, lo que les implicaba casi dos meses de andanzas por el desierto. A partir de aquí empieza la aventura de adentrarse en las llanuras secas y polvorientas hasta donde alcanza la vista. Hasta que pronto empiezan a elevarse las dunas de arena fina desembocando en la ciudad de Merzouga. Donde emerge el “Erg chebbi”, pequeña duna, curioso nombre para 15 Km. de extensión y una altura de 170 metros, la duna más grande de Marruecos.

La experiencia de pasar unos días en el desierto no tiene parangón alguno. Nada como apreciar los primeros y últimos toques de luz sobre el horizonte antes de poder contemplar el manto de estrellas. El silencio y el vacío invitan al reposo, es una sensación extraña, notas que algo te atrapa. Dicen que quien lo ve y lo siente una vez, repite seguro…

Marruecos es la gran desconocida por muchos. La ignorancia y miedo al desconocimiento hacen que muchos no se atrevan a descubrir sus maravillas, su cultura, sus gentes, sus ciudades.

No podría acabar estas palabras sin mencionar la perla de Marruecos, Marrakech, ciudad cosmopolita anclada en tradición y cultura donde nada pasa desapercibido. Pasear por su Medina, Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 1985, por la famosa plaza Jamâa El-Fna donde las mil y una noches cobran vida ante el asombro de los turistas. Sus palacios, jardines, mezquitas, una joya imperdible.

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